Fueron casi los últimos del maratón de Río 2016 y sin embargo se
llevaron una de las mayores ovaciones del mediodía húmedo y brumoso que
se vivió en el Sambódromo, adonde llegaban los atletas. Faltaba un
kilómetro, y el paraguayo Derlys Ayala, que había sido superado por su
amigo Federico Bruno , ahora se lo cruzaba a un kilómetro de la meta. El
entrerriano Bruno apenas podía avanzar. Los calambres en sus gemelos,
cuádriceps, isquiotibiales, abdominales y en la espalda, lo mutilaban.
Ya se había acostado en el piso entre 10 y 15 veces para calmar el
dolor, mas no lo conseguía. El tormento había comenzado en el kilómetro
35 y se agudizaba en cada zancada. Ahora, ya era imposible avanzar. "No
quería abandonar, pero el cuerpo no me dejaba", confesó Bruno. Hasta el
kilómetro 41 había llegado gracias a su resistencia al dolor y al
público que lo alentaba.
Pero su físico no lo toleraba más. Entonces, apareció Ayala. Lo tomó
del brazo y lo ayudó a levantarse. "Andá, andá", le dijo Federico.
"Tenemos que terminarla juntos", le insistió Derlys. Bruno decidió
finalizar el último kilómetro corriendo lateralmente. Era la única
manera de que el sufrimiento no le paralizara el cuerpo. En el camino,
alguien del público le ofrendó una bandera argentina que él llevó hasta
la meta. Lo esperaba Derlys, también diezmado por las lesiones. Se
abrazaron y, finalmente, cumplieron su sueño de ser atletas olímpicos.
Ayala terminó 136° y Bruno, 137°, entre los 140 que completaron el
maratón.
"Creo que ese es el espíritu olímpico: ayudarnos entre sí. Y él es un
compañero mío que lo conozco desde chico. Siempre nos apoyamos e íbamos
a entrenar en la Villa Olímpica. Un sueño era ubicarnos entre los
mejores, y otro era llegar. Hubiese sido muy triste para nosotros dos no
poder terminar la maratón", dijo Ayala luego de alcanzar la meta. El
atleta paraguayo de 26 años tiene además una formación similar a la de
Bruno.
Ambos corren en pista y decidieron luchar para
clasificarse al maratón. Querían vivir sus primeros Juegos Olímpicos. Lo
sufrieron, y Federico aún más: "Hacía 100 metros y de nuevo me
acalambraba. Hasta que dije 'cambio la posición, el gesto técnico´,
detalló Bruno. Y añadió: "Agradezco al paraguayo (Ayala) que frenó y me
hizo el aguante".
Bruno, que eligió el maratón porque quería competir en unos Juegos
Olímpicos, regresará a trabajar en la pista, en los 1500 metros, que es
la prueba en la que mejor se desempeña. El año que viene buscará la
marca para clasificarse en los 1500 metros del Mundial de Londres.
"Quería cumplir con el sueño olímpico, estar en Río, en la prueba que
sea. Pensé que iba a correr mucho mejor por la preparación que hice. La
verdad es que me dio pena llegar así, arrastrado como un viejo. No
importa la marca, pero sí llegar como un corredor, un atleta de élite.
Tuve que llegar dando lástima, lloraba, no por vergüenza. Arrastrado
pero llegué, y puedo decir que soy un atleta olímpico porque terminé la
prueba", concluyó.
Bruno y Ayala evocaron a uno de los momentos más emotivos de los
Juegos, en una de las preliminares de los 5000 metros, cuando la
estadounidense Abbey D'Agostino y la neocelandesa Nikki Hamblin se
ayudaron mutuamente para terminar la serie. Después, se fundieron en un
gran abrazo. Ayer, quien protagonizaron otra de las historias olímpicas
de Río 2016 fueron un paraguayo y un argentino.